Decime que anoche existió....

A


Anoche, aproximadamente a las 20.30 de la noche, llegué con mi hija a la puerta de mi casa y con mucho tino ella me dice: “aprovechemos a guardar el auto que ahí viene la policía despacito, despacito”.

Y sí, efectivamente el móvil policial estaba “patrullando” la zona dónde vivo y los tiempos casi cronometrados coincidirían justo, la llegada del móvil en el preciso momento en que yo abriría la reja para entrar en cuestión de segundos, el auto.

El momento fue perfecto.
Mi hija parada junto a la reja, yo, acelerando y volviendo casi corriendo para cerrar todo y una sorpresa muy agradable.
El patrullero policial que disminuye la velocidad y se para justo en la puerta de casa.
Yo, que entiendo que estaban resguardando mi seguridad y la de mi hija, no digo nada, sólo me sorprendo.
Una vez cerrado el portón con llave, levanto la mirada y les digo: “gracias”.
Un simple gracias y una leve bocina fue todo. Aceleraron y se fueron.

¿Cómo podía estar tan contenta con una rutina que siempre me pone nerviosa y que me hace mirar para todos lados o me hace pedirle a algún conocido que espere, que me espere a guardar el auto?.
Claro, las estadísticas señalan que guardar y sacar el auto es un riesgo simplemente mortal. Ahí están seguro, esperando el momento justo para el atraco.
Nos hemos cansado y nos seguiremos cansando de leer en los periódicos situaciones como éstas que terminan muy mal, trágicas, tristes.

Por eso, debo reconocer.
Anoche me sentí cuidada y por un momento creí que esto sucedería todas las noches.
Pero no puedo ilusionarme.
Sólo agradecerles a los policías que me cuidaron por unos segundos y cuidaron sobre todo a mi hija.
Mal que les pese a algunos, anoche, cumplieron con su deber.


Publicado por Marcela Milone/ mayo 2012

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