Cuatro mujeres marchando..


El escritor uruguayo Eduardo Galeano dice que le gusta contar la historia chiquita de la gran historia.

Podemos comprobar sus palabras en sus libros, en sus escritos y en la manera entusiasta que tiene de transmitir algo chiquito con la esperanza que la recepción sea también con sonrisa y entusiasmo.

Pienso en eso.
Sabemos que los grandes acontecimientos están poblados, pobladísimos de pequeños detalles, anécdotas y situaciones desconocidas hasta que a alguien le llama la atención y entonces sí, nos enteramos y aprendemos algo más de todo lo que queremos y por ahí no tenemos tiempo de saber.

El miércoles pasado, un grupo de ruralistas reunidos en la calle 8 entre 51 y 53 de la ciudad de La Plata quiso entrar por la cochera, donde los diputados y funcionarios guardan sus automóviles, e impedir que se realice la polémica sesión dónde se trataría la reforma tributaria que implicaría el aumento al impuesto rural.
Entre insultos, gritos, piñas y empujones, el grupo exaltado rompió el portón que separa al edificio de la entrada principal y entonces el caos y la confusión reinó por algunas horas.

Había que tomar una decisión-
¿Quién frenaba a los señores ruralistas? Recordemos que la decisión del señor gobernador Daniel Scioli a través del vicegobernador Gabriel Mariotto fue, hace unos meses, que la seguridad de la Cámara de Diputados no dependía más de la policía bonaerense.
Entonces…

Entonces, en la desesperación de la revuelta, en la desprolijidad de las decisiones y en el asombro por el griterío y empujones que iba en aumento, “alguien” recurrió a cuatro mujeres.
Cuatro mujeres policías, que mientras se iban poniendo los chalecos fluorescentes, avanzaban hacia el tumulto de hombres, que, enajenados no median ni piñas ni insultos.
Las ví con el pelo recogido, escuchando instrucciones de los que “mandan” y con cara de no entender como habían decidido que fueran ellas, con sólo su metro sesenta, a frenar el desatino.

Me dió vergüenza.
Así deciden los que “saben” cuando las cosas salen mal.

Publicado por Marcela Milone/mayo 2012

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